No evitemos el dolor, aprendamos de él.

No todo es amor, amistad, luz... en toda persona, lugar o situación; hay oscuridad, dolor. Pero esto no es nada malo, puede que te haga sentir incomodo, pero te hace sentir vivo. Te permite escoger el camino adecuado. Lo que viene a continuación son palabras textuales de mi querido y difunto abuelo, EL VASCO.

FOTOGRAFÍA DE GADEA CASADO
El dolor físico te permite saber dónde tienes el problema, en qué parte del cuerpo, y esto te permite saber qué medidas tomar para sanarte. El dolor, por ejemplo, al tocar algo caliente, los pinchazos, te permiten saber qué cosas no debes hacer para no salir perjudicado, no ponerte en peligro. 

Al igual que con el dolor físico, está el dolor psicológico, el que afecta a tus sentimientos. Cuando sientes dolor porque alguien te ha roto el corazón, no hay que evitarlo si no aprender de él, pues eso quiere decir que esa persona no era la indicada para ti. 

Cuando alguien te deja de lado, pasa de ti, o simplemente te trata como su última opción, ese sentimiento de soledad, de impotencia de no saber donde ir ni de donde formar parte, el no entender porque te hace eso, no es malo. Es algo que te indica, que te enseña que esa persona no es la indicada para ti. Te hace madurar, te permite adquirir criterio a la hora de elegir quién quieres que sean tus amistades, y qué personas son mejor evitar.

Aquella persona que te agrede, aquel amigo que se inventa cosas de ti para tener un motivo para expulsarte de su vida, el hacerte sentir de menos, el intentar que sientas que el tiene razón, que tu eres el culpable de todo aunque no hayas hecho nada y que durante años te hunda. Este dolor, que te ha mantenido hundido durante años, si lo ves de una manera adecuada, te permitirá levantarte, hacerte más fuerte y que nadie, repito NADIE, te vuelva hacer daño JAMÄS. El único débil es aquel que ha de usar el sufrimiento para tener razón, aunque en la realidad no lo tenga. Es de cobardes causar daño a otras personas.

Y esos familiares, amigos, que se creen más lo que dicen otros, que lo que tú dices. Esas personas que al no creerte te hacen sentir en soledad incluso cuando estás rodeado de gente. Tú dentro de ti sabes que tienes razón, pero ya sea por inmadurez o cobardía, decides darles la razón cuando una simple llamada, un simple gesto te permitiría demostrar que tú siempre has estado en lo cierto. Pero no, si no te creen es su problema, no tienes porqué ir demostrando nada. Tus amigos de verdad son aquellos que no dudan de ti, al igual que tú jamás dudarías de ellos. Se puede tener dudas a cerca de lo que un amigo, un familiar dice, pero para eso tienes la boca, para decírselo a la cara, en vez de callarte y maquinar para tus adentros y con otros. Este error lo cometemos todos, yo, tú y ellos, pero es el tiempo en que tardas en darte cuenta de que no es correcto lo que haces, lo que marca la frontera entre la madurez y la inmadurez. Y esto, amigos míos, de nuevo te lo enseña los sentimientos que causan mal estar, incomodidad, dolor.

Esos familiares que a la hora de la verdad, cuando hay herencias, dinero de por medio, no dudan en pisar al padre, la madre, el sobrino, el primo, para conseguir todo para ellos sin tener en cuenta los sentimientos de su propia familia. Es triste, sentir que en tu propia familia no puedes confiar, pero a su vez te enseña en quién debes confiar y en quién no.

Más ejemplos, la incomodidad de un suspenso que permite aprobar la próxima vez, el cometer un error cuando realizas algo te enseña a hacerlo mejor, el que te digan los errores que cometes y las críticas constructivas te hacen mejor persona.
El dolor es madurez, inteligencia, sensatez, enseñanza. Es tu mejor profesor, es el mejor libro del cual adquirir valores y conocimientos para ser mejor tú. El dolor es vivir. No evitemos el dolor, aprendamos de él.

Y recuerda, nadie es más que nadie, ni tú eres superior a él ni él a ti. Da lo que esperas recibir, y dependiendo de quien sea, no des lo que no recibes. Corazón y cabeza juntos es la clave para ser felices.

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