Desgarro
No hay consuelo,
ni redención,
ni paz en esta herida que no pide permiso.
Hay fuego.
Hay vidrio molido bajando por la garganta.
Hay un grito atragantado
que no se vuelve palabra
porque la rabia lo pudre.
Se mató.
Y no hay metáfora que me salve de esa frase.
Se mató.
Y yo no estuve.
No supe.
No fui más que sombra.
Una vida entera sosteniéndolo todo,
y cuando el mundo se vino abajo
yo miraba hacia otro lado,
jugando a que todo estaba bien
mientras alguien se deshacía en silencio.
Un accidente,
un monstruo al volante,
un instante robado.
Y el mundo siguió,
como si eso fuera normal,
como si se pudiera vivir después de eso.
Pero no.
Algunos no pueden.
Y lo que queda es rabia,
vómito negro que corroe,
una culpa sin nombre
que se pega a los huesos como alquitrán.
Y odio.
Odio sin dirección.
Odio a dioses mudos.
A rostros borrosos.
A la ceguera.
A mí.
No hay redención en esta historia.
No hay poema que salve.
Solo fuego.
Ganas de romperse en mil pedazos
hasta que el dolor tenga forma,
hasta que el odio se agote,
o lo consuma todo.

Comentarios
Publicar un comentario