Pérdida

Un día eres feliz con la persona a la cual elegiste para compartir tu vida, y al día siguiente, tan sólo hace falta un instante para que todos los factores se junten para perderlo todo. En tan sola una llamada, pueden dejarte muerto en vida. 

Tu casa ya no es tu hogar; cada estancia, cada objeto es un recuerdo de alguien que jamás volverá. Las fotografías son portales a un hermoso pasado que tornará en olvido cuando llegue tu fin.

Lo peor de todo es que ya no vuelves a ser el mismo, tu mente herida no cura, tus pies cada vez pesan más, ya no sientes que hay futuro. Te mueves cual autómata, caes en los peores vicios en los que puedes caer, te vuelves frío, nada te calienta. Sólo quieres olvidar. Sus recuerdos no son más que puñales que se clavan poco a poco en tu carne.

Pasan los meses, ya no eres persona, sólo eres dolor y más dolor. Tu mente sólo baraja la remota posibilidad de que, detrás de la nada, haya una realidad donde puedas volver con ella. El pasado te pesa, el presente te duele y el futuro no existe. Tu mente rota no tiene nada que perder. Decides dar el paso, la inexistencia. 


La triste realidad es que una mente rota no se da cuenta de que siempre habrá alguien al que dejará atrás, al que su pérdida destrozará. Qué hacer ante el dolor de no haber salvado a un ser querido.

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